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El día que la Piedad de Miguel Ángel me tendió la mano

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Yo diría que mi relación con la Historia del Arte empezó de una manera muy poco convencional. Estábamos en el viaje de fin de curso, destino Roma, y el panorama no podía ser más desalentador: yo formaba parte de un humeante rebaño de cincuenta adolescentes que trotaba por las calles de la Ciudad Eterna, con la cabeza llena de pajaritos y pajarracos , preguntándonos cómo podríamos liarla para que a nuestro profesor ( el “Descapotable”) se le cayeran los últimos pelos que le quedaban en la cabeza. Pues en éstas estábamos, ocupados en tan dignos menesteres, cuando llegamos frente a las fauces abiertas de San Pedro del Vaticano , esas fauces formadas por columnatas que parecen querer tragarte y regurgitarte en el interior del tempo. Así que nos dirigimos hacia la entrada, y aquí es cuando la cosa empieza a ponerse... borrosa. Mi memoria, esa tía tan divertida, se ha encargado de difuminar buena parte de lo que pasó y lo único que me ha dejado en el tintero es el siguiente

Narcosis, el hechizo de las profundidades

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"BARRACUDA" David Doubliet De todos los trastornos que puede sufrir un buceador (que son muchos y deliciosamente variados) la narcosis o "borrachera de las profundidades" es sin duda uno de las más extraños: se trata de una intoxicación por exceso de nitrógeno en el organismo, y su síntomas son muy parecidos a los de una borrachera de copazos. A 10 metros bajo el agua sus efectos son imperceptibles, alrrededor de los 30 metros el organismo empieza a acusar sus primeros indicios, y a más de 70.... en fin, ya son ganas liarla. Cada cuerpo es un mundo y cada persona reacciona a la narcosis de diferente manera, pero un cuadro sintomático general podría ser el siguiente: 10 - 30 m . Leve deterioro en el desempeño de tareas (El manómetro tiene que estar por aquí, colgando de alguna parte...), leve deterioro del razonamiento (¿Me se habrá caído?), y puede presentarse euforia leve (Joder este pez es el mejor putopez que he visto en mi vida). 30 - 50 m . Re

He aquí que veo a mi padre...

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Se dice que los vikingos no le tenían miedo a la muerte. Meeentira. Los vikingos temían a la muerte, como cualquier hijo de vecino. A lo que no temían, digamos, era al "proceso" de morirse: a que les arrearan un mandoble en toda la jeta, o que les destrozaran la espalda con un hacha arrojadiza. Eso eran gajes del oficio. Sin embargo los problemas empezaban una vez recibido el sartenazo, la fiebre mortal o la simple vejez. Porque para los nórdicos no todo era Valhalla y entrechocar de cuernos: muchos muertos podían volver a la tierra, simplemente porque sus funerales no habían sido correctos o porque las ofrendas habían sido insuficientes. Y como siempre es mejor prevenir que curar, convirtieron su rito funerario en una de las ceremonias más impactantes de la Alta Edad Media ( ese pedazo jefe vikingo navegando entre las llamas de su barco, rumbo hacia la eternidad). Este tipo de ceremonial requería de mucha pasta y por lo tanto era sólo as equible para el jefe, el rico

La princesa Subh: historia de una vascona en el trono de Al-ándalus

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Hoy os voy a contar la historia de una tía con veinte pares de cojones. El hecho de que lleve muerta desde la Alta Edad Media no le resta ni un ápice de cojonudez: se llamaba Subh um-Walad, nació en el año 912 d.C en tierras norteñas, y antes de adquirir tan sultánico nombre era conocida simplemente como Aurora la vascona. Mi historia (o mejor dicho, la Historia) nos cuenta cómo la chavala consiguió sentarse en el trono más alto y deslumbrante del siglo X: el trono de Al Ándalus. Cúpulas de Al Hakam II. Mihrab de la Mezquita de Córdoba (961-976 d.C) Cuentan las crónicas que el bueno de Abû al-Mustansir al-Hakam ibn `Abd ar-Rahman, (más conocido como Califa Al-Hakam II ) no era precisamente un tigre en la cama, y que ninguna mujer había sido capaz de darle un heredero varón. Lo cual no supondría mayor problema si no fuera porque Al-Hakam era Califa y Príncipe de los Creyentes desde Córdoba a Damasco… cuando tu herencia consiste en el reino altomedieval más potente, uno no pue

Los hobbits del Monte Gorbea

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Frodo Bolsón era vasco, lo afirmo categóricamente. “Si claro, y Gandalf de Burgos”, pensarán algunos escépticos lectores... pero dejad que me explique, incrédulos, y que exponga mis argumentos. Hay que leer para creer. Monte Gorbea, 11:00 a.m. Un amiga y yo, bien pertrechadas contra los rigores del mes de enero, echamos a andar por un sendero de montaña con la firme intención de hacer cima antes de que se nos trague la niebla. Las dos alegres menditzales vamos quemando etapas sin ninguna profesionalidad, parloteando de nuestras cosas y echando fotos como japonesas cuando nos parece divisar, no muy lejos, la inconfundible fachada de Bolsón Cerrado a través de las ramas de un viejo hayedo.  Bolsonetxea La puerta no es verde, ni luce la marca de Gandalf tallada en su superficie. Tampoco tiene pinta de ser un lugar cómodo, caliente ni confortable: a través de sus ventanucos puede distinguirse una oquedad goteante desde cuyas sombras te miran, con sinies